martes, 31 de julio de 2012

Pequeña Organización de Soledades - Parte 2


         "La organización posee historia inmemorial, no hay registros puntuales de fundaciones, aniversarios ni nada que permita deducir la antigüedad de la sociedad, tampoco hay conocimiento sobre lugares de origen ni sedes específicas por lo cual ha sido y será imposible lograr reseñas históricas, no se ha podido conocer incluso si hay relación alguna entre los distintos miembros repartidos alrededor de todo el planeta por lo que todo lo referente a la POS (Pequeña Organización de Soledades) permanecerá como un misterio....."
        
Este fragmento daba final al diario de viaje de Miguel Antonio Estévez, un periodista colombiano que murió a fines de los 70 en un trágico accidente al norte de Brasil, casi al límite con Surinam. Estévez recorrió toda Sudamérica durante sus últimos 10 años de vida buscando información sobre lo que él conoció en su juventud (mientras estudiaba Literatura Inglesa en Edimburgo) bajo las siglas de SUL (Sefydliad Unigrwydd Little).

Durante su estadía escocesa Estévez se hizo participe sobre la leyenda de una organización desconocida que reunía personas de todo el mundo cuyo destino irremediable se hallaba en la soledad, se oían relatos en los pasillos de la Universidad de Edimburgo sobre los incontables personajes históricos que supuestamente pasaron por las filas de la SUL y leyendas sobre estos lobos esteparios. El interés del colombiano se fue acrecentando durante su último año en Escocia, Estévez tenía 24 años cuando terminó sus estudios literarios y de un modo muy precario ya había iniciado una investigación sobre la tan mencionada organización, igualmente entre estudios y ocupaciones no pudo dedicarle el tiempo necesario a su nuevo proyecto, pero una vez concluida la etapa académica partió sin rumbo específico en busca de cualquier indicio que aclarara su asfixiante inquietud. Esta empresa inundó de dudas los siguientes 47 años de su vida y concluyó trágicamente un 28 de Octubre de 1979, cuando Estévez apareció muerto, sin causa aparente, en una playa al norte de Macapá (Brasil).

Decir que me llamo Pedro Ortiz Soriano no sería relevante, más que para la anecdótica coincidencia de mis iniciales con las siglas de la organización (P.O.S.), si resultaría interesante relatar que durante una excursión por Belém (Norte de Brasil) me topé con una precaria feria de antigüedades, que además de proveerme de algunos tallados en madera (no muy felices por cierto) me legó un manuscrito desgastado por el evidente efecto de la humedad y el poco cuidado del beodo vendedor, el intrigante título del libro era "Tratado sobre la Soledad", y en letras más pequeñas continuaba "Diario de Viaje de Miguel Antonio Estévez" (todo escrito a mano con una caligrafía por demás cuidada). La intriga me valió un regateo y 30 reales, luego coloqué la extraña adquisición en la mochila y fui en busca de un breve almuerzo para poder luego analizar exhaustivamente mi reciente descubrimiento. La tarde prometía una típica tormenta de verano, la humedad adhería cualquier tipo de tela a la sudorosa piel, por lo cual, mi camisa de algodón era básicamente un suplicio maquiavélico, la densidad del aire me hacía tener la sensación de respirar aceite así que indefectiblemente retorné al hotel. El módico precio de la habitación justificaba la ausencia de ciertas comodidades (tales como puertas y ventanas), me recosté sobre la cama y empecé el análisis del nuevo tesoro. El libro estaba recubierto en cuero, el cual había sufrido gran desgaste por un incesante trajín de viajes, los hojas habían sido minuciosamente fechadas y numeradas, rápidamente caí en la cuenta sobre la ausencia de una importante cantidad de hojas, cosa que no me inquieto en el momento. Toda la obra estaba escrita a puño y letra del autor, por lo que descarté al instante la posibilidad que existiesen publicaciones, la tinta se alternaba entre azul y negro, incluso algunas anotaciones parecían de algún lápiz muy oscuro, la variedad me informaba un carácter evidentemente anacrónico en toda la obra.

Aquella primera impresión se ha conservado intacta en mi memoria, los detalles sobre la obra que transformó mi vida los desglosaré durante este descargo, los últimos 5 años dedicados a continuar la búsqueda enigmática de Estévez concluyen irremediablemente con este informe, lego toda esta investigación a la Biblioteca Nacional de Buenos Aires bajo un estricto convenio en el cual se presentarán mis escritos, junto con el diario de Estévez como una ficción poco feliz de mediados de los 70 a fin de evitar que cualquier otro entusiasta intente retomar esta demente empresa.

miércoles, 25 de julio de 2012

Pequeña Organización de Soledades - Parte 1


He pasado ya 4 años en estas tierras celtas, los conocimientos literarios de estos años han sido invaluables, la compañía que me ha otorgado el destino en este tiempo ha logrado enriquecerme en tan diversos aspectos que he empezado a sentir una extraña nostalgia hacia mis últimos días en Edimburgo a pesar de la inevitable alegría por haber concluido exitosamente esta ardua etapa de mi vida. Las cuestiones académicas presentaron menos dificultades que las previstas hace un tiempo, y la hospitalidad por estos nortes ha elevado muy alto banderas del todo amistosas. Creo haber extrañado relativamente poco mi vida en Cartagena, es increíble como ha cambiado el mar desde ese tiempo, pero la melancolía se ha transformado en un buen pasaporte en las nieblas matutinas, también he intensificado mi amistad con el whisky, he acudido religiosamente a escuchar los disparos en el Castillo de Edimburgo, siempre a la 1 del mediodía,  con la misma devoción me he sentado en variados Pubs a las 6 a ingerir alguna variedad de cerveza para luego internarme en las bibliotecas hasta las últimas horas laborales e incluso a veces un poco más tarde.
Tenía pensado volver a Bogotá para la primavera austral, pero ciertos eventos me están reteniendo en el viejo continente, he comprado esta libreta en un museo en Stirling, el simpático y pelirrojo vendedor me comentó que la inscripción en la tapa del mismo significa (en algún dialecto celta antiguo) "Por donde nadie va..", por lo que he asumido la frase a rajatabla e iniciaré una serie de viajes con el fin de clarificar ciertas inquietudes que han oscurecido mis sentidos durante los últimos meses universitarios. No acostumbro a escribir mis viajes en estas especies de diarios, básicamente por dos motivos; el primero y principal, es que realmente no poseo alma itinerante por lo que mis viajes suelen ser esporádicos y breves (siempre con algún objetivo específico) así que he carecido de oportunidades en este sentido, en segundo lugar, debo confesar que, a pesar de ser un gran lector, mis escritos no exceden las poesías o algún que otro cuento corto, por lo que mi estilo literario, en cuanto a la narración, supongo dejará mucho que desear a los eventuales lectores de esta posible investigación o como sea que finalice este intento. Igualmente ahí vamos....

La historia, mejor dicho mi conocimiento de la historia, comenzó casi desde mi llegada a Escocia, claro que en un principio el misterio sólo formaba parte de la enciclopedia de rumores y leyendas que aumentaba año tras año, hasta finalmente convertirse en un asfixiante laberinto de indicios y acertijos. Así fue que anduve desentendido de estas cuestiones un tiempo largo, hasta hace unos meses atrás, cuando los picos de incertidumbre quebraron la escala y no pude evitar más el enfrentamiento con mis postergadas dudas. La cuestión parecía bastante simple, por demás imprecisa, lo que le daba el carácter ineludible de misterio, y por sobre todo, extremadamente real y humana, lo que me provocaba una ansiedad del todo extraña en mi metódico modo de hacer las cosas. Las primeras aproximaciones interesantes llegaron siempre vía Budapest, es decir, por Nicholas, mi compañero de cuarto, un peculiar húngaro de casi dos metros de altura, cabellos rizados y rubios, mejillas fácilmente sonrojables y una mirada inocente que otorgaba veracidad casi dogmática a cada palabra que brotaba de sus siempre resecados labios. En cierta ocasión, nos encontrábamos compartiendo unas cervezas en el casco antiguo de la ciudad, el reloj avanzaba hacia las 6 de la tarde, como era invierno el sol había guardado su luz hacía ya una hora, el intenso frío se escurría entre la neblina, era Martes, las calles estaban desoladas, el ritmo del día había danzado largamente con la mediocridad, por lo que desde media tarde Nicholas y yo decidimos esquivar la rutina universitaria en busca del reconfortante alcohol. Las charlas entre los dos, como siempre sucedía, saltaban velozmente de un tópico a otro sin detenerse en profundizaciones, hablamos de libros, de escuelas literarias, de filosofía, de sueños y verdades, de las ventajas del alcohol, de mujeres y de hazañas de otros tiempos, todo esto casi sin detenernos y definitivamente en ese orden, finalmente, cuando nuestros sentidos ya se habían entumecido por el cansancio y la bebida, Nicholas viró nuestra descuidada y jocosa conversación sobre mujeres alemanas hacia un plano bastante más denso y oscuro. Percibí rápidamente su intención y me apresté a evitar la biblioteca esa noche y afrontar lo que seguramente sería una noche larga. No era la primera vez que me sucedía esto, ya he tenido la sensación del arribo de una experiencia trascendental, siempre segundos antes que esto suceda, lo extraño es la coincidencia de esto con los climas fríos y húmedos, y obviamente siempre con la noche. Nicholas pidió dos whiskeys, sacó un rejunte de papeles gastados, insultó en un lenguaje desconocido en su evidente búsqueda de algún objeto importante, hasta que finalmente su rostro se volvió a iluminar cuando encontró una especie de mapa antiguo que poseía una serie de inscripciones al dorso del mismo, desplegó todo este universo de desorden sobre la mesa e  intento iniciar un breve relato en su particular inglés pero lo interrumpí inmediatamente para preguntarle si esto tenía que ver con la SUL (Sefydliad Unigrwydd Little), iniciales galesas que significan Pequeña Organización de Soledades o traducciones similares), al ser su respuesta positiva le hice saber que su insistencia sobre el tema no lograría captar mi atención sobre algo que carece totalmente de sentido desde cualquier punto de vista mínimamente racional.
No quise ser grosero con mi particular amigo, pero hacía ya un tiempo que Nicholas insistía sobre la necesidad de investigar sobre una supuesta organización que reunía a un número de personas solitarias y no se que otros desvaríos sobre destinos que realmente carecían de bases sólidas para una investigación que desease ser periodística en algún aspecto, por lo que intenté pagar la cuenta y retirarme del bar pero Nicholas me tomo del brazo, me miró, la intensidad de esa mirada hubiese bastado para congelar el tiempo en eternidades breves, pude notar una desesperación inusitada en su frialdad europea, y un deseo de aliviar una pesada carga por lo cual no tuve otra opción que escuchar nuevamente los nuevos hallazgos de Nicholas sobre la SUL, aunque el único motivo verdadero era consolar la evidente intranquilidad de mi amigo. Hasta ese momento no me había interiorizado en el tema, aunque sí sabía varias cosas por el interés en el mismo de mi compañero, todo esto se había iniciado en él debido a  una extraña y breve carta que le llegó hace unos 2 años, la he escuchado tantas veces que puedo transcribir su contenido:

Estimado  Nicholas:
         Las bifurcaciones de los senderos llevan implícitas decisiones, pero habremos de elegir siempre el mismo camino. El destino es irremediable aunque las máscaras nos den apariencia de libertad. Nadie accederá al pozo que te hemos regalado.
SUL

martes, 24 de julio de 2012

Dolores - Última Parte


- Claro que la quiero, eso es obvio, siempre le demostré que la quería – dije como quien afirma algo que no debería nunca estar en discusión, ese cariño no estaba en cuestión en mi cabeza, ya lo había sentido, era real.
- Tal vez tengas que volver a demostrarlo, tal vez el quererla hoy te signifique dejarla ir, tal vez te signifique sufrir un poco vos, tal vez te signifique dar la cara.
- ¿Dar la cara? ¿A que te referís con dar la cara? – no quería escuchar la respuesta, no quería que me diga lo que ya sabía que iba a decir.
- A que la llames, a que la veas, a que le cuentes todo esto, es justo que ella lo sepa, es hora que estas ideas se peguen una buena ducha de realidad, ¿no te parece?
- Me parece que a ella no le va a hacer bien, creo que es mejor para ella así, que no vuelva a abrir viejas heridas, ella ya lo cerró a esto.
- Me parece que no estás pensando en ella, me parece que tenés miedo – me dio un cigarrillo, me sirvió más vino, si tenía miedo, ambos lo sabíamos, José no quiso hablar mucho más de eso, ya lo había dicho, yo ya lo había aceptado.



El silencio se hizo largo esta vez, sólo nos mirábamos, le dije mil cosas que no tenían palabras mientras me perdía en sus ojos, ella me respondió otro tanto, la mirada sólo respiró dos parpadeos de un dialogo eterno, lo que no se pudo decir, se dijo ahí, hasta que ella habló de nuevo.

- ¿Que pensás? – se rió mientras lo decía, la pregunta que nos hacíamos cuando no había más nada que preguntar, siempre me causaba risa, y esa vez no fue distinto, me reí ante su genialidad. La miré un segundo, no había más palabras, no había más preguntas.
- Te quiero – uno amigable, un te quiero sin ansías, mi mejor bandera blanca.
- Te quiero
- Estuvo bueno
- Muy bueno

Nos fuimos, caminamos unos metros sin decir nada y luego cada uno siguió su camino, lo último que nos regalamos fue una risa, ella se puso algo nerviosa y se tentó y la risa se le hizo un poco carcajada. Hubo cuatro palabras más, dos de ellas fueron Chau, las otras dos me las guardo si es que algún secreto me queda de esta historia.



Es lunes de nuevo, el calor que sospechaba se hizo presente ni bien ingresé en la manga, una sola nube tímida se deshacía bien al norte en Ezeiza, la primavera dejaba sus primeras pistas, era tiempo de camisa, era tiempo de ese sol que abundaba en este mediodía. El vuelo llegó a tiempo, el viaje lo había dormido y desplegué mis rituales, Bob Marley desde el iPod para el control migratorio, vallenato para sortear la aduana, la misma lista de canciones que hace años sonaba, salí veloz por suerte, me detuve mecánicamente apenas afuera de las puertas corredizas a tomarme sediento una bocanada del aire fresco luego del encierro de aeropuerto, el cigarrillo no esperó en despertarse en mi mano y el encendedor apareció en su escondite de cables y biromes donde suele esquivar controles de frontera, lo prendí y la primer pitada fue cortita, ansiosa, la segunda increíble, llena. Me pidieron fuego unos turistas en un español oxidadísimo, antes de devolvérmelo una chica se acercó, también en busca de fuego, reconocí la voz mientras lo pedía, me di vuelta sabiendo que era Loli, la miré, me miró, casi no hubo sorpresa, sin efusividad.

- Hola – me dijo, la voz, si su voz, no había cambiado, el tono intacto de hace tanto tiempo.
- Hola – mi voz, la de siempre, sin pasado en el saludo, sin reproches, nos volvíamos a saludar. Un abrazo corto, un beso en la mejilla. Yo terminaba el cigarrillo, levantaba la mochila y preparé mi primer paso.
- Yo voy para allá, ¿vos?
- Yo también – y se rió.

FIN

lunes, 23 de julio de 2012

Dolores - Parte 5


Dolores entró, nos saludamos con un abrazo que quería decir mucho más de lo que dijo, nos sentamos, ambos dudamos en prender un cigarrillo, pero los dejamos a un costado, los nervios ya estaban ahí, los míos al menos. Le serví agua, yo no tomé nada, no quise preguntar nada, ella no me miraba aún, debía ser breve, necesitaba ser breve.

- Bueno, Loli, te pedí que vengas porque quería compartir algunas cosas que siento, que a veces me inquietan y quiero que las sepas y tal vez también saber que te sucede con eso.
- Yo también quería decirte algunas cosas – iba a decir algo más pero bajó la mirada hacia la mesa, largó un poco de aire que no alcanzó a ser suspiro, y se quedó callada. Supuse que debía empezar yo, y así lo hice.
- Quiero ser breve – realmente lo deseaba, ah si, como lo deseaba – Voy a tratar de ser breve, primero, lo principal es que de algún modo que no tengo muy claro te recordé bastante en este tiempo y…
- Yo también te recordé mucho – sus palabras me marearon, pero no podía frenar, debía seguir antes de que el mareo me desmaye
- …normalmente no me sucede esto, ya pasó un tiempo, varios meses, y cada tanto aparecés ahí, un rato, y luego te vas de mi memoria, por unos días – mis palabras dejaron de entrecortarse, una dosis de coraje me empujó un poco más y dejé de pensar – La verdad es que te quiero, aunque no es una verdad nueva, lo que tal vez sea novedoso, es que creo poder quererte así, sin más, sin que estés conmigo, y eso me extraña.
- Yo también te quiero, te quise, te quiero – la mezcla de tiempos verbales me explicó que la confusión no era sólo mía, que del otro lado del río la orilla era muy similar, quise interrumpir pero ella siguió, la voz se apagaba, había nervios, había silencios – A veces esperé que te acercaras, luego pensé que debí acercarme yo y lo intenté, luego dejé de pensarlo y me fui quedando en el recuerdo, pero te fui queriendo a cada paso, aunque sé muy bien que es difícil. Quererte es difícil.



José respetó el silencio, leyó claramente en mi rostro la confusión, me miraba como quien mira una brasa que pronto será llama, me miraba como quién espera el fuego, quien adivina el fuego y yo ardía, iba a arder, era inminente. Que me quería decir, que enseñanza, que doble sentido se oculta en eso de que no se terminó, porque golpear esa zona, en ese momento lo miré a José, por un instante mis ojos le lanzaron una súplica, quizá un reclamo, una queja algo violenta en mis pupilas que se dispararon sobre las suyas, una mirada que decía por favor, exigía que se plante de mi lado, que entierre ciertas lógicas, que me diga lo que quería escuchar y olvide lo real, pero no iba a suceder, nuestras miradas se fueron encontrando, eso no iba a suceder, yo me daría cuenta de esa indulgencia y no la aceptaría, el lo sabía, había que pasar por esto hasta el final, íbamos a desenredar el nudo antes de tirar la cuerda y lo íbamos a hacer en ese momento, juntos, como tantas otras veces. Rompí el silencio, con lo primero que se cruzó por mi cabeza, traté de obviar el resto

- Entonces, sino terminó, ¿Cómo hago para que se termine?
- Primero deberías saber si realmente eso es lo que querés, si que termine es lo que te tranquiliza
- Es lo mejor, lo más sano – era una evasiva muy tonta, casi me di vergüenza por tratar de escapar tan tontamente, José siguió, obviando lo que había dicho
- Esto no terminó simplemente porque hasta hoy no quisiste que así fuera, está vivo porque lo mantuviste vivo, no te va a ser difícil matarlo, pero tenés que saber que una vez que lo hagas, te va a doler, seguramente bastante.
- Pero no estoy triste, no me siento mal, estoy algo confuso, es cierto, pero no tengo ese dolor
- Claro que no, estuviste a salvo, lejos de ese dolor, pero llegó la hora de que lo sepas, de que decidas, si querés que se termine.
- No creo que sea necesario decidirlo, estoy bien así. Puedo estar así hasta que aparezca alguien nuevo y evitarme ese dolor que me asegurás que va a aparecer.



Me quedé callado, no sólo eso, inmóvil, un frío me corrió por la espalda, Dolores me miró, vio como mis pupilas se contraían, siguió mirando, era consciente de lo que había dicho, no quiso amortiguar la frase con otra, simplemente me miró sin esperar nada. No fueron más de diez segundos que fueron siglos, luego me agarró la mano, simplemente la presionó y sonrió, no tuve reacción por un instante, luego respondió mi mano y simplemente miré y murmuré no tan convencido

- Querer siempre es difícil
- No siempre – dijo ella, tratando de ser algo tierna, yo sabía que tenía razón.
- Lo sé – dijo esa parte de mi que cada tanto mira hacia el piso. Y finalmente prendí un cigarrillo, la campana del primer round sonaba, y yo necesitaba desesperadamente algo de aire y humo.



José se mostró por primera vez inquieto, le incomodaba algo en mi afirmación, se paró y mientras caminaba yo seguí hablando.

- Tampoco hagamos un drama, tal vez tenga suerte, tal vez no tenga que sufrir esta vez, porque insistís en que tengo que decidirlo…
- Por ella tenés que decidirlo, por ella flaco, si es que realmente la querés.

jueves, 19 de julio de 2012

Dolores - Parte 4


José agarró el vino, lo fue abriendo artesanalmente, yo miraba el cigarrillo que humeaba en mi mano pensando que tal vez de ahí vendría la respuesta, cuando volví a mirar a José él ya servía en ambas copas, sin mirarme pero con el tono irónico que le gusta utilizar cada tanto me dijo, como si nunca hubiese existido ese silencio…

-   Dale, te dije que empieces, eso significa en español que tendrías que empezar…
-   Que se yo, no sé, te hice un comentario nada más, el resto lo imaginaste vos
-   No, no, no, no perdamos tiempo que es Lunes, a vos te pasa algo, hace un tiempo y hoy no me voy hasta entender que es
-   Bueno, a ver – me acomodé, le di un sorbo corajudo al vino, una pitada larga y otro sorbo más
-   Al fin – dijo José agradeciendo que hayamos evitado los preámbulos

Aún necesitaba algo de tiempo para pensar, no había pensado ni planificado esta charla, en realidad nunca uno puede hacerlo, pero decidí saltar, sin ordenar ni un pensamiento, sin depurar ninguna contradicción, José jugueteaba con el vino que danzaba en su copa inquieto, y empecé a hablar, buscando siempre la analogía más tonta e inesperada para explicarme

- Te hago una pregunta – José detuvo la copa y me miró adivinando que no tomaríamos el camino corto y se quedó en silencio esperando la pregunta
- ¿Vos pensás que en algún punto de la historia alguien decidió que era mejor comunicarse hablando que cantando? ¿Pensás que fue algo conciente? – José miraba desconcertado, su cuerpo se inclinaba en deseos fugaces de intervenir para dilapidar mi planteo pero luego se reclinaba esperando que de algún modo llegue al punto, yo simplemente seguía, construía la idea al hablar.
- Sinceramente creo que si la gente sólo pudiese cantar para comunicarse habría un nivel de odio significativamente menor en el mundo, hay partes del cuerpo que intervienen en el gesto de cantar que bloquean la violencia de la palabra directa, del habla, por más que se esfuercen los compositores, lograr tensión en un musical depende más de la música que del canto, yo me pregunto varias veces en que momento habremos elegido hablar, ese modo de emitir sonido, como nuestro principal modo de comunicarnos. – José miraba, dio otro sorbo a la copa y la apoyo en la tabla que nos dividía.
- No entiendo a que querés ir con eso – José necesitaba pensar, trataba de hilar despacio adonde podía llegar esa idea sólo por eso aún no la destruía, aún no repreguntaba.
- Pues eso, creo que estoy cantando, no literalmente claro, pero me siento con una liviandad extraña, y claro, creo que no debería ser así, en el pasado no había sido así – Volví a mi copa, no tenía bien claro que había querido decir pero estaba seguro que era lo que quería decir y que la sabiduría de José haría el resto.
- Estamos hablando nuevamente de Dolores supongo – dijo José, que en realidad no lo suponía, lo sabía desde que había entrado a mi casa
- Si, de algún modo si, pero también de estas últimas semanas, me siento extraño, tranquilo, vos sabés que me dolió perderla, que intenté recuperarla, ya te conté todo, sabés que debería haber llorado más, que debería haber sufrido un poco más, siempre que me enamoré fue igual, pero ando bien, camino liviano y tranquilo, no lo entiendo – prendí un cigarrillo, el cenicero aún estaba virgen de colillas pero le esperaba una noche larga, José ya no fumaba, al menos no tabaco.
- Podría decirte que no te quejes, que disfrutes esa alegría, que sigas tu vida, pero te entiendo, la confusión no te deja seguir, necesitás resolverlo, necesitás entenderlo.
- Claro, tengo tal vez miedo de que muy adentro mío no haya asumido que la perdí, que esté así porque no me di cuenta que la perdí
- No la perdiste, si hay algo de lo que estoy seguro es que no la perdiste – decía esto sin mirarme, como una verdad universal mientras jugueteaba aleatoriamente con el encendedor, tomé aire para realizar la pregunta de rigor, claro que la había perdido, eso era lo único claro, pero José habló antes.
- No la perdiste amigo, simplemente porque nunca la tuviste, nunca fue tuya, y mientras antes lo comprendas, mejor.
- Pero nos queríamos, estábamos juntos, no sé. ¿Qué decís?
- Nunca fue tuya, eso digo. Nadie le pertenece a nadie, vamos coincidiendo en la vida, no la perdiste, simplemente un día no coincidieron más.

Tenía razón, pero el concepto no me calmaba, yo me refería a otra cosa, a algo más mundano, una verdad mucho menos trascendental, José servía vino de nuevo, yo pensaba, no era cuestión de perder claro, pero ella no estaba, se había terminado, claro, eso. Lo miré de nuevo y el esperó el contraataque.

- Bueno, pero se terminó. Eso digo.
- Tampoco se terminó, claro que no se terminó...

miércoles, 18 de julio de 2012

Dolores - Parte 3


Era miércoles, no hace tanto tiempo atrás, la confusión del día me terminó llevando al puente que sobrevuela Figueroa Alcorta, el tiempo en términos reales sucedía velozmente, mi reloj interno goteaba. Con ambas manos sostenía una carta, escrita a mano que anduvo dando vueltas todo el día, la miraba sin leerla y cada tanto levantaba la vista para ver el enjambre de luces rojas que latía sobre el tránsito insoportable de las 7 de la tarde, aunque ya no eran las 7, desconocía ya el horario, mi letra sobre la carta ya no se leía, la oscuridad ya hacía sombra pero igual la miraba, la recordaba, la podía decir sin leerla, la había pensado tantas veces que ya vibraba en mi memoria. A veces mi genio me superaba y hasta repasaba posibles correcciones, como debía terminar, si era muy directa, o muy formal, si era poco tierna o demasiado intensa, el desfile de adjetivos pasaba por mi cabeza y ninguno parecía encajar, la miré de nuevo y la leí en mi memoria…

“Dolores, Loli, vos… me debo darte esta carta, me debo saber que está en tus manos este pedazo de mi, sólo quiero que sepas que he estado bien y me extraña, que te extraño y me hace bien, que ese viceversa me confunde, que sé y entiendo que no debe ser, que no seremos del modo clásico y que tal vez te quiera con otro prisma y en silencio, dejé que pase el tiempo y aún te miro, aunque no me veas. No me despido, ni me quedo, sonrío que es lo que mejor nos sale. Besos. Abrazos.”

Que la carta estuvo un rato en su puerta, otro rato en mi mano, luego de nuevo en su puerta y ahora la veía caer hecha un bollo sobre Figueroa Alcorta, que primero la pisó un Chevrolet Corsa y luego la desvaneció un camión de CLIBA forman parte de la anécdota, lo único que es importante que sepan es que nunca llegó a destino, que luego de hacerse bollo solamente se deslizo de mi mano izquierda, la misma que la había creado y la dejé caer, la vi caer.

Era sábado, de esos sábados en bicicleta, yo paseaba entre barrios y el frío ya se había instalado en Buenos Aires, yo iba de canción en canción, mirando todo sin mirar nada, iba a comprar un libro, aunque el libro era la excusa para un poco de aire y dos ruedas, cuando volví a escuchar el sonido la canción una de Charly, Pasajera en Tránsito, y por sobre esa armonía un ruido supremo, el insulto de un taxista que ganaba fuerza y violencia “¡¡¡PELOTUDO!!! ¡¿Cómo te frenás así?! Te van a matar flaco, estás loco, sos un pelotu…”, a esa altura dejé de escuchar y recordé que te vi, y que frené y que por unos treinta segundos perdí la memoria, cuando volví a ver ya no estabas y desde ese día no sé si realmente te vi. Y si te vi, no se si me viste.

Un mes preparándome, a eso me refería, un mes preparándome para estas cosas y que poco preparado estaba. Mi propia paz entrando en guerra, ese tipo de paradojas, ese tipo de filosofías extrañas. Como verán, este proceso desde aquella sonrisa, desde aquella tranquilidad hasta poder entenderla no fue algo que se podría decir continuo ni estable, la famosa ficha cayó, con mi amigo José, en una de esas charlas cósmicas que no llevan a nada y solucionan todo, de esas que empiezan con José preguntando:

-         ¿Te diste cuenta que tal vez en un día hablás con mucha gente sin necesariamente utilizar tu voz?
-         Yo creo que a veces no deberíamos utilizar la voz.
-         ¿Qué te pasa? Dame ese vino y empezá…

martes, 17 de julio de 2012

Dolores - Parte 2


La primera vez que tuve que olvidar era más niño que joven y olvidé por distraído, casi sin pensarlo, luego fui creciendo y la memoria se me puso terca. Olvidar luego requería al menos un poco de conciencia, y más de una vez, algún esfuerzo. Para mi olvidar siempre fue una tarea, un proceso consciente y trabajoso. La serie de pasos podía variar pero en algún punto, sonreía, y declaraba en silencio, el fin de aquel recuerdo. Ese recuerdo seguiría conmigo pero ambos con nuestras banderas blancas nos declararíamos la paz del olvido, la paz del perdón.

De algún modo los pilares del proceso tienen tres etapas, la primera y fundamental es reconstruir la rutina, reconquistar todo aquel tiempo compartido y ponerlo a plazo fijo (yo por seguridad lo coloco a 30 días) para ir disponiéndolo de a poco mientras se reconstruye la rutina en soledad, es la etapa de reencuentros con viejas pasiones, es la etapa de descanso, suele ser gratificante y poco peligrosa por ello suelo aconsejar empezar por aquí. Luego, se va poniendo difícil, no suelo esquivar los fantasmas así que apenas uno ya se sienta ligeramente más fuerte hay que exponerse de nuevo, exigir al corazón, probarlo, un trotecito de sentimientos para ver si está listo, cada uno puede hacer esto como mejor le parezca, lo más simple es exponerse a los lugares que más alegrías trajeron con la reciente pareja, caminar los mismos lugares, escuchar las mismas canciones, mirar las mismas fotos, pensarse en esos lugares, apersonarse en aquellos manchones de recuerdo pero sólo, no es fácil, pero es el gran trago amargo, el tequilazo que aún ansía su limón y su sal, no esconderse es la consigna, si se falla, descansar y volver a intentar, las lágrimas tal vez aparezcan, hay que dejarlas correr, es el sudor de aquel corazón que entrena, dejar que suceda, no esconderse, volver a intentar. Pasado esto, el tercer paso es cosa de niños y consiste simplemente en tomar los recuerdos lindos, sumarlo a la mochila de aprendizajes y experiencias de la vida, depurar lo que nos sirve, lo que nos deja esta experiencia, aprender y seguir, consigna principal, hecho esto, seguir.

En estas cuestiones pensaba, aún mezclado con ese sabor de amargura y bronca que a veces te agarra mientras caminaba, porque claro está el madito paso cero, ese momento en que antes de desplegar la escalera uno piensa “porque otra vez”, “que hice mal”, e inunda la cabeza con toda esa batería de preguntas incorrectas, se replantea destinos y posibilidades, repasa los posibles errores, se enoja con todos y principalmente con uno mismo, perdón si me olvidé de decirles esto, cuesta llegar al primer paso, primero hay que despojarse de todo esto. Eso intentaba hacer cuando inexplicablemente Dolores, se me transformó en un lindo recuerdo, a las 8.37pm, Dolores, si la del nombre de localidad, se me regaló en sonrisa y me sacudió el esquema. No la tuve que olvidar, o tal vez no quise, no me dolió quedarme con ese recuerdo, no molestó, no pesa ni me molesta cuando camino, esta ahí, sigue estando ahí. La puedo ver y reír, puedo seguir y dejarla seguir. Porque habrá sido esta vez así, que habrá cambiado, porque dolió menos y distinto, bueno, en eso pienso desde las 8.37pm de ese día en adelante.
La confusión que esto ocasionó en mi no fue menor, digamos que un atentado inexplicable se había inmolado en mi proceso y de repente me vi ausente de esquemas, tranquilo y perdido, que mezcla extraña. Hoy, claro, lo veo con cariño y alegría pero no duden que durante un tiempo no supe que hacer, e hice de todo en silencio, fui probando mil modos con el fin de entender el simple hecho que estamos en paz, estaremos en paz, y que nunca hubo guerra. Pero insisto, eso lo digo ahora, porque hacer, hice de todo, fui probando de todo, tal vez un ejemplo ayude: Un buen día, sin saber el paradero de ella, fui a sacarle 1000 fotos sin criterio a la puerta de su casa, no por obsesión, no fue una locura, solo quería tener 1000 imágenes claras y concretas de la misma escena, es decir, su puerta, quieta y cerrada, sin más. Las vi durante horas, pensé que dolería, y no fue así. Hice otras estupideces, pero no vienen al caso, la cuestión es que andaba perdido, no sabía como recordarla, el único recuerdo feliz que me quedaba, ese modo amigable en que ella se había dormido en mi memoria me causaba desconfianza, no quería distraerme, tenía como certeza que ese recuerdo despertaría si me dispersaba, que un día, sin saberlo ella volvería y que evidentemente no estaría preparado, entonces, claro, empecé a prepararme, un mes preparándome...

lunes, 16 de julio de 2012

Dolores - Parte 1

Cuando bajaba ya por Pueyrredón, el nuevo Pueyrredón de mano y contramano, fui apurando un tercer cigarrillo siendo totalmente conciente que ninguno de los dos anteriores había logrado calmar la ansiedad que me hacía agitar las manos y apretar los puños indistintamente y que seguramente este tercero tampoco lo lograría, pero a este lo apreté mas, lo machuqué a cada pitada, lo maltraté pero fue en vano, las manos siguieron, los puños siguieron, los labios se sumaron en un temblor de frío que no era frío. Me detuve como protesta casi llegando al ángulo donde Pueyrredón destruye Azcuénaga, me detuve con ira y empecé a jadear, a bufar hasta que luego de un par de semáforos eternos, volví a respirar, los puños finalmente cedieron, y miré a mi alrededor casi con una sonrisa. Tarde un segundo en agradecerlo y más de un par de meses en entenderlo, o al menos en buscarle alguna explicación, a esa súbita paz que se presentó exactamente a las 8.37pm de un lunes de otoño con mi pie derecho raspando el cordón de Pueyrredón y mi pie izquierdo en plena calle Azcuénaga. Si, todas sus sospechas son ciertas, ese día, un par de horas antes, en el mismo código postal, ella me había dejado, como tantas otras veces supuse lo que iba a pasar, como me iba a sentir, pero esta vez fue distinto, como tantas otras veces donde sentí que era distinto, esta vez supuse lo que iba a pasar y fue distinto.

Si, tienen razón, primero lo primero, o sea ella, la muchacha. Se llama Dolores, como la localidad, aunque ella nunca se rió de ese chiste, pero debo reconocer que se ríe bastante. Como es ella es algo que me encantaría que sepan, con ese único objetivo le pedí a un amigo entrañable, José, que me escribiese dos párrafos que la describiesen de punta a punta, el también la conoce. Un par de semanas después de este pedido me pareció que el tiempo era adecuado para reclamar algún resultado, su respuesta fue tan simple que se resume en dos puntos concretos, el primero y principal se relaciona con que él pensó que le estaba haciendo un chiste con el pedido y el segundo, más rotundo, que le parecía una estupidez y que en todo caso nadie mejor que yo para realizar tal tarea, lo insulté pero me cortó antes que los insultos cobraran un gustito más picante. La realidad es que la afirmación de José es falsa, yo soy el peor para tal tarea, y por eso es que se lo pedí, es decir, yo deseaba que ustedes realmente la conozcan, y yo… yo no podría describirla, yo no sería fiel con la realidad, no sería verdadero, mi imagen de ella no es cierta, les pido perdón, me hubiese encantado que la conozcan, no contaba con el traspié que José me propinó, el obstáculo de mi subjetividad si estaba en los planes, les pido disculpas. Quería que supiesen, para que me entiendan.

Creo que habría que aclarar como empezó esto, sin romanticismos lo resumo; simplemente nos topamos un día, y del abrazo al beso no hubo preguntas, y luego no preguntamos más por algún tiempo, las manos se sintieron cómodas y el tiempo corría con otras leyes; así caminamos un rato y nos reímos con todos los dientes, así fue un tiempo, cuando había bastante más sol y menos bufandas. Un día nos miramos y entre el abrazo y el beso pasó un siglo, nos preguntamos cosas sin respuesta y las manos no se encontraban. No hubo otro beso y si un abrazo, de los que se usan para despedida, con más fuerza en los hombros que en las manos, que no se volverían a encontrar, y los labios rogaban por no cruzarse, nos miramos una última vez, cada uno aportó media sonrisa para completar entre los dos una última, y aún así casi no alcanza y no nos volvimos a topar. Pretendo ser simple en el resumen, claro que hubo más cosas y otros colores pero quiero ser simple aunque no lo soy.

Lo que es interesante es lo que sigue, lo que quiero compartir mejor dicho es lo que pasa cuando ya no pasa lo que pasaba, el ritual increíble de ir erradicando alguien de tu tiempo, como arqueológicamente ir excavando en la memoria y ver donde está y donde no está ella. Ese proceso, el cual transité muchas veces, en general ya tenía una rutina en mi, casi un procedimiento de emergencia ya estipulado, mi propia escalera de incendio, pero claro esta vez, a las 8.37pm, en ese ángulo desde donde la Facultad de Derecho es sólo un aura de luz, algo distinto sucedió y me gustaría contarles que creo que pasó...

domingo, 15 de julio de 2012

Un placer


Al mirar, sólo imagina, hay algo en las entrañas que impulsa ese deseo, pero al mirar sólo imagina, la idea es la que lo atrae, la idea y el recuerdo, las sensaciones pasadas se colocan primeras en la fila del inconsciente, pero no cruzan, nos hacen recordar sin saberlo, nos lo susurran al oído y se escapan.

Es entonces al mirar cuando sucede, porque esa mirada que parece perdida, que pasea los ojos sin patrón alguno, la encuentra, es ahí el deseo, no lo pensó antes, la tuvo enfrente tantas veces, pero no lo pensó antes, ya ha tenido a tantas otras, pero el deseo es ahora, es esta, no lo pensó antes.

Acercarse es fácil, un paso sigue al otro, casi siempre de pies arrastrados, un andar cansino casi displicente, el andar diario, del fin de día. Tocarla, que mis manos la busquen, volver a mirarla y creer en las buenas familias, creer en los orígenes, creer en la sangre y las genealogías, confiar en ellas antes de entregar mis labios, antes de sentirte en mi pecho.

Tocarte es fácil, estás quieta, desafiante, sin retroceder un solo paso aunque me acerque, aunque te vea, aunque mi mirada te busque, ahí estás perenne, ni en el segundo en que mi mano se acerca hay temor, te entregas al ritual, el dócil cordero que no huye al dulce sacrificio que le espera. Y mi mano te toca, siente el calor que no se disimula en tu vestido de musgo, tus formas no me engañan, siento el calor y lo recuerdo, siento el calor que vendrá pronto, recuerdo el calor que ya no ha vuelto, se que serás tú como otras tantas la que encienda esta vez el fuego, se que serás mía antes que mueras.

Y bailamos, la música de fondo nos los exige, llega el instante de nuestra danza, a cada paso, a cada vuelta que damos tu cuerpo me regala su fragancia, cada vez más cerca, cada vez más intensa, cada vez más pura, tu historia en aromas, tu vida en esencias, ya no hay más preámbulos, ya no existe espera, vamos a entregarnos a lo la ansiedad demanda, lo que le urge, y no habrá vuela atrás, ahí están nuevamente las sensaciones susurrando en el precipicio de lo conciente, y mi boca se acerca, ya el recuerdo reclama un placer pasado pero nuevo, y mi nariz invade tu atmósfera, ya mi cuerpo se prepara para recibirte, y mi lengua te demanda, ya mis ojos se cierran y estás conmigo. La explosión no espera, los sentidos se alborotan, los recuerdos descuidados cruzan la raya y la luz de mi conciencia los revela desnudos, ahí estás conmigo, adentro mío, recorriéndome, construyendo el camino a cada centímetro, finalmente tu calor es mi calor, mi calor por tu calor existe, mi voz se enciende en tu sangre, todo mi cuerpo te recibe, te habla, se moviliza, estamos acá, estaremos acá juntos poco tiempo, tu vestido tirado en el piso se olvidará muy pronto, morirás conmigo, morirás en mí.

miércoles, 11 de julio de 2012

Estás y no estás


Estás...
te siento en infinidad de lugares,
hay un perfume que no puedo olvidar...
Aparecés en sueños felices que olvido,
en letras excepcionales que borro,
en acordes y músicas que tarareo.....
te encuentro en sueños dentro de sueños,
en lágrimas que se evaporan....

Pero no estás...
me asfixian los días sin indicios tuyos,
trato de buscarte...
pero persigo sombras de sombras..
que encima doblan en esquinas rectas cuando parpadeo,
y desaparecen en recuerdos de madrugada...

Claro que quien descansó en esos oasis de alegría...
y anduvo por esos laberintos perdidos..
sabe que no se dejan pasar esas sonrisas
(no sin dedicarle letras válidas)...
y que las provisorias nubes
no podrán retener eternamente al eminente día claro....
Entonces... se que estás...
se que ella existe..
que en algún lado,
se desplaza y sucede su vida...
que alguien puede escuchar su voz,
alguien que no soy yo...
Hay alguien que la ve,
que puede estar cerca para que las gotas de dolor caigan fuera de sus ojos,
que puede dar la palabra clave
para el crucigrama indescifrable de dolor....

Entonces se que estás....
hay pistas de cuerdas vitales que creo haber tocado,
de pasajes de cielo y tormenta,
de historías mínimas que avanzaron....
y te quiero ver...
pero no estás...
tus hologramas me duelen,
y solo puedo soñarte,
tu imagen avanza en la memoria,
y se mistifica en los días claros
o se degrada en los grises...

y claro, espero... y desespero...
pienso,
luego insisto,
y veo y entiendo que estas y no estás...
y solo mientras tanto, escribo....
esperando el faro, la señal,
que me informe, me asegure y me prometa
si estarás.. o no estarás...
cuando se acabe la tinta.

jueves, 5 de julio de 2012

La novena pitada...


No va a ser la primera vez que alguien me comenta las costumbres, hábitos, rutinas que van cambiando cuando conoces a alguien. Como uno se adapta, descubre, adopta pequeños pedacitos de un mundo ajeno, hasta que de a poco esas cosas se arriman a nuestro continente, y casi al mismo tiempo, sin perder el tiempo en pasaportes ni aduanas, se instalan en nuestro país con la firme intención de no irse nunca más.

Si, claro que lo entiendo. Y podría afirmar que lo he vivido. El podría es potencial porque suelo ser ave migratoria y viajo liviano. Pero podría es adecuado, cualquier otra cosa sería negar las marcas que siguen existiendo.

Ella me sacó una pitada.

No voy a calificar la relevancia o significado de este hecho. Me mantengo en lo concreto. Hace un tiempo, que ella me sacó una pitada. La última del pucho, la más cercana al filtro, la más dañina según ella.

Yo entonces asumo que me cuida. Porque de algún modo me quiere.
Asumo que sabe que no puede sacarme todas las pitadas y que mi nicotina hoy balancea demasiadas cosas, ella sabe, como sabe tantas otras cosas.

Seguramente, sin darme cuenta, haya más cosas que van recorriendo mi país, como las lágrimas que hoy fluyen más reales, o como los abrazos que envuelven más auténticos. Seguramente, ella ya lo sabe.

Ella sabe, que me sacó una pitada.

Si de contar se trata, y de números se requiere, yo me defiendo bien y me he tomado el trabajo de contar las pitadas de un pucho. Uno promedio, sin apuros, ni nervios, sin aceleres, me lleva 8 pitadas.

Ella me sacó la novena. La última. Que paradójico. Ni aún contándolas fumé la novena, ya no me pertenece.

Por más simple y ordinario que parezca. Para mi es importante. Es importante saber que ella me cuida, y que haciendo matemáticas, con su pitada ya me borró uno o dos puchos de mi rutina (dependiendo el día)

Las otras cosas, que seguramente no sean tan simples y tal vez sean más importantes. Ahora no me preocupan.

Ella me sacó una pitada.
Yo le regalé mi novena.

Suena justo.

lunes, 2 de julio de 2012

Bienvenido al mundo


¿En donde había estado?,
me pregunté una y otra vez durante el día,
¿que se hizo del mundo en este tiempo?,
me cuesta aún ver cuanto tiempo estuve ausente,
cuanto tiempo anduve oculto.
Creo que el mundo no ha cambiado,
he cambiado yo, gracias al cielo,
y mientras fui llegando mis ojos tan cerrados despertaron,
y volví a ver que había un mundo,
un mundo muy normal por cierto,
lleno de vaivenes y defectos,
claro que también de atardeceres, de gente buena y compañera,
de miles de mañanas cansadoras,
seguidas siempre de la noche tan amena,
noches tan llenas de orgullo por un día,
uno sólo muy completo, lleno de detalles muy pequeños,
que dan al vivir su simple fantasía,
había entonces un mundo,
uno como todos, confuso y real hasta los huesos,
humano, principalmente humano,
tangible, febril y solidario,
como usted o él, como cualquiera......
Pero, ¿en donde había estado yo todo este tiempo?,
¿en que mundo tan distinto y tan lejano?......
¿en que paraíso de cristal rompí los moldes?.....
¿en que infierno celestial vendí mi alma?.....

Desconozco, dudo saber mi paradero,
se que anduve buscando mundos raros,
creo que traté de cumplir mil utopías,
y me perdí en mares muy lejanos,
siempre tras las cosas que no existen,
siempre en mundos inventados,
en resumen......es muy fácil,
solo cerré los ojos..... mucho tiempo,
y olvidé que lindo era ver a nuestra gente......
Me llené de máscaras en carnavales,
conté siempre hasta mil en la escondida,
y nunca fui a buscarlos en mi juego,
cree un mundo sólo para mí,
un mundo muy grande y muy hermoso.....sin lugar para nadie por cierto,
un mundo lleno de inutilidades,
de sillas de adorno muy antiguas,
destinadas a que nadie se siente, invaluables
sillas cansadas de estar solas,
sillas tristes de su historia,
sillas viejas sin derrota..........
sin la pata vencida por un niño, revoltoso y jovial, y muy pequeño,
sin la mancha de vino de esa noche,
en la que brindan solemnes y ebrios los amigos,
sin el cuero cortado de ese día,
en que el amor obvió las formas y las camas......

Le agradezco entonces por traerme,
de nuevo a este mundo que extrañaba,
le agradezco la silla de madera,
vencida y robusta en tanta vida,
le agradezco el pasaporte de mi viaje,
creí no tener vuelta a estos mundos,
le agradecen mis ojos y sus lágrimas,
le agradecen mis seres mas queridos,
le agradecen algunas mañana de resaca,
y miles de noches de nostalgia......
pero..... ¿en donde había estado?......
no me preocupa.....
ya estoy de vuelta.......