La curva de la noche, en mi caso, es a las 3 de la
mañana, hasta ahí veo desde la noche, luego al girar, ya veo la mañana
siguiente, y declaro el insomnio. Me rindo ante esta rebelión de ojeras que se
despliega insolente, y mi cuerpo cansado no descansa, y mis párpados pesados no
caen. Este es uno de tantos. Uno de Lunes. Uno de Enero. Nada mágico, nada
trágico, nada particular. Un insomnio, el número 26 en mi registro, aunque el
registro es inexacto y bastante tendencioso, casi como yo, claro, el que lo
hizo.
Pienso que debería escribir, o tal vez leer, siento
que este insomnio empieza a cargar sobre mí una obligación literaria, y la
verdad que la idea empieza a molestarme, no me agrada esta imposición, tal vez
quisiera otro insomnio, uno más tonto, uno televisivo, uno musical, uno sexual,
cualquier otro, no este insomnio obligado, no este trabajoso. La verdad detrás
de todo esto es que no tengo nada concreto para escribir, carezco de una lluvia
melancólica sobre mi ventana, me falta un amor no correspondido que descongele
las letras, sí, tengo unas copas encima pero no las suficientes y estoy algo
carente de tristeza. Claro, vos me dirás “qué bueno, no te quejes” y yo te diré
que te calles, que no sabes lo molesto que me resulta este insomnio y que
tampoco sabés con que combustible funciono ni con que chispa enciendo, esta
noche es acústica y yo necesito un pogo. Como verás, no estoy de acuerdo con mi
insomnio y el tampoco conmigo. Este insomnio sabe que hay personas que crean
maravillas a estas horas, este insomnio académico, doctorado, con su medalla de
oro y su biblioteca erudita me mira condescendiente, decepcionado, inquisidor,
y la verdad, me chupa un huevo.
Suena y se lee tonto, lo sé, es decir, es obvio que
estoy escribiendo, está claro, pero te digo algo, para que entiendas, escribo, pero
a reglamento, estoy escribiendo como protesta, estoy volcando mi queja, dejando
asentada mi causa, esta es mi denuncia pública hacia este insomnio extorsivo,
no voy a pensar lo que escribo, no voy a corregir lo que digo, completaré esta
hoja sin criterio, voy a colocar tonterías sin borrarlas y luego miraré el
techo, hasta que este insomnio se rinda y mi cuerpo también.
Voy a escribir sobre lo molestos que me parecen los
insectos. Nada en contra, solamente pienso que deberían dejar de existir, ya
tuvieron sus años, ya pasaron sus eras, y la verdad que mucho no hicieron, ahí están,
no crecieron, no son más grandes, ahí merodean esperando una guerra nuclear
para enorgullecerse que serán los únicos sobrevivientes. Mi insomnio debería
mirarlos con mucho mayor desprecio que a mí, pero no lo hace, no me saca la
vista, podría mirar tranquilamente a ese mosquito que merodea el cuarto, podría
mirarlo y advertirle que ya lo vi, que no sea tan tonto en insistir con mi
sangre, que lo voy a matar tan pronto se acerque, y entonces me distraigo,
porque siempre me distraigo y el mosquito me pica y mi insomnio mueve su cabeza
en desaprobación y yo me paro y mato al mosquito, pero claro, es tarde.
Voy a quejarme del mundo un rato, quiero quejarme con
la Madre Tierra por haber planeado mal las cosas, quiero indicarle que dejó
progresar a una especie que vive en tierra, y el departamento que nos dio es
una gran pileta, digamos que la cosa estaba bastante bien armada para que la
civilización de turno tenga branquias ¿no te parece?, digo, podrían ser los
delfines, o los tiburones, mucho mar al pedo y nosotros nos estamos apilando en
la tierra, creo que la Tierra no lo sabe, porque hasta sus padres le eligieron
mal el nombre, evidentemente querían una hija, y cuando nació El Agua, ya era
un poco tarde. De paso también quiero indicarle que esto que ande dando vueltas
le complica la vida a todo el mundo, podría quedarse un poco quieta y que
siempre sea de día, y en ese caso, ni yo estaría quejándome de ella, porque no
existiría el insomnio, y menos este insomnio catedrático que todavía golpetea
su pie contra el piso esperando que haga algo productivo.
Podría escribir sobre la gente que habla con malvones,
o los vegetarianos, o los que caminan por la calle con su parejita de perritos
de raza miniatura, pero por suerte, ya cumplí con la hoja que quería escribir,
y entonces si, como protesta, miraré el techo. Si te estás preguntando porque
no miré el techo desde el principio, la respuesta es obvia…no lo sé.
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